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Yo te protejo, tú me proteges

Ayer me llegaron las mascarillas FFP2 que pedí durante el fin de semana por internet. Por el momento, he comprado sólo 5 porque con el pedido de higiénicas anterior que hice a principios de mayo (antes de que empezasen a obligar su uso), he visto que duran más de lo que pensaba (salir menos de casa de lo esperado, dejarlas colgadas si no han acumulado las horas máximas de uso).

A principios de mayo compré mascarillas higiénicas. Las azules. Las de origami. Las económicas. En su momento pensé que sería suficiente. Impiden que, en el caso de que tenga el bicho, el bicho salga de mí, pero no impiden que el bicho me entre si me acerco a una persona que lo tiene. “Pero se supone que funcionaría cuando todo el mundo lleva una”. Después de tres meses, considero que fue un error por mi parte pensar que todo el mundo participaría en esto.

Siempre soy yo el que tiene que bajarse de una acera cuando de frente veo una persona egoísta, nunca son los demás quienes se bajan. Durante estos meses, he probado distintas cosas con las personas que me cruzo en la calle que no llevan mascarilla o no la llevan correctamente. Mirar mal a los ojos, apartarse de forma descarada. Cuando hago deporte, hacer gestos con la mano para pedirles que se aparten. Incluso toser cerca, pero es que ni siquiera esto funciona.

Todo esto siempre sin decirles directamente nada, porque la gente está muy crispada y se puede volver violenta si les dices nada, como pasó en Francia y en menor parte en País Vasco durante el mes de julio. Sobre todo los adolescentes. Resulta irónico que encuentren estúpido portar una mascarilla pero no colgarse una riñonera del cuello o teñirse el pelo de colores raros.

Otro día hablo de lo que vi directamente el otro día cuando bajé a Madrid, pero va en esta línea también.

De modo que, sí, fue un error por mi parte pensar que la estrategia del yo te protejo, tú me proteges valdría para algo. Si nadie me va a proteger a mí, creo que lo justo es que pase a usar las egoístas FFP2 (LaSexta dixit) y empiece a preocuparme más por mí que por el resto.